Qué decadennnncia...

Dr. Zhivago (Boris Pasternak)

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lunes, 22 de junio de 2009

El ritual de la calesita


Un interminable estado de insatisfacción atenta gravemente a la posibilidad - cada vez mas lejana - de llegar a un momento de perdurable felicidad. Se ha dicho por ahí que la felicidad no existe pues solo son resplandores de poca duración. Inexplicablente otros sugieren que el fin último del ser humano es aquella.

Si bien la existencia de un ser, la vida, parece ser una línea con principio y fin (desde un punto de vista objetivo), ciertas situaciones convierten esta rígida vara en un espiral maleable que sistemáticamente gira en circulos pasando una y otra vez en cierto punto, como una calesita que gira sobre su eje, transitando indefectiblemente sobre sus pasos. Si estás en la calesita, el asiento (caballo, hipopótamo, oruga, avión, sillita, dumbo etc.) sube y baja; a veces al pasar por el mismo lugar está en el punto mas alto de la barra y otras en el mas bajo, a veces igual. Quizás se podría prever en que ubicación estará al pasar por el mismo punto espacio pero diferente tiempo. Sin embargo esto es difícil por la rapidez con que gira la calesita, y es que a veces gira más rápido, a veces mas despacio. A veces para la música para que suban y bajen los pasajeros; otras veces inesperadamente alguien se cuelga de la barra sin pagar y la inclina un poquito. Si alguien está parado cerca, sabés que cuando vuelvas a pasar puede seguir ahí... o no. Muchos asientos vienen para dos pasajeros. Otras veces, en asientos para uno suben dos, y en asientos para dos, suben tres, todos encimados, algunos contentos con ello y disfrutando el viaje.

Aclarado este divague de mi parte, no encuentro otra explicación para el antes aludido estado de permanente insatisfacción que la calesita, que impone con cada giro nuevas necesidades que quizás siempre espero superar con la siguiente vuelta. No hay metas, no hay fin. Hay objetivos por alcanzar que dan lugar a nuevos fines y a su vez mayor intensidad en los deseos que superar. No hay final, no hay descanso. Bajar de la calesita en movimiento es cuestión jodida: es caer de bruces para esperar, con la cara toda rota y el cuerpo lleno de moretones, a que pare unos segundos - y no perder la oportunidad - para subir de nuevo a seguir dando vueltas.

Fotografía: La autora del blog. Detalle en bronce del edificio del Centro Naval, Buenos Aires.

CORTOMETRAJE: "Sebastian's voodoo" de Joaquin Baldwin (ganador Cannes 2009)